A pesar de que un reglamento del año 1846 fijó las bases para el funcionamiento de las farmacias y droguerías en el Chile republicano, recién hacia el año 1943 se pudo advertir un orden en el sector. Ciertos vacíos legales, una deficiente fiscalización, las constantes presiones de algunos de los actores involucrados, una precaria formación profesional y la confusión de atribuciones entre drogueros y boticarios, explican la compleja situación que enfrentaron los boticarios durante un siglo. Todo ello se dio en el marco del crecimiento explosivo de la ciudad de Santiago, con sus consiguientes demandas de servicios de salud, y de los avances científicos que reclamaron la modernización de la formación académica de los farmacéuticos. En este artículo se estudian tales conflictos y sus consecuencias a través de la legislación, censos y matrículas de patentes.